CERO | Sobre ser un perro
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viernes 03 junio 2022

Sobre ser un perro

situación hipotética: me piden que escriba algo de michel foucault. pero me da pereza. hay una cita suya que me gusta mucho en la que habla de platón, diciendo que las almas, que anhelan recordar para saber, para poder y para amar, no se recuerdan a sí mismas verdaderamente en el espejo, ni siquiera en los cadáveres. un alma se torna ante sí cuando mira otra alma, en el reflejo tan lejano por pequeño, y tan cercano que sonroja, que encontramos en la pupila contraria, que si tanto se nos ha arrejuntado será porque algo sabe, algo puede y algo ama en la nuestra.

foucault es más conocido por sus cosas filosóficas e históricas, áreas donde se ayudaba del término “arqueología”. pero no me gustaría ir con pincel aquí, sino excavar salvajemente la tierra con mis uñas a ver si encontramos alguna piedra chula al menos. volviendo a platón, a este le gustaba mucho la analogía entre el buen filósofo y el buen perro. igual Diógenes no cayó tan lejos del árbol cuando decía que su cinismo era en verdad socratismo. como un buen perro, al francés, que de tonto no tenía un pelo, le gustaba hurgar entre la arena, sin importarle si la marea cubría lo que había excavado, pero teniendo en cuenta esas ventanas de tiempo que nos da la luna, ese toro celestial que solo entiende de sus calendarios, y apenas se da cuenta de tu sufrimiento, cuando le enseñas rojo, y entonces no te la quitas de encima hasta otra marea:

¡Qué sabe la luna cómo yo me siento
Si hasta la armadura se me ha puesto oscura de llorar por dentro Dudo que la luna pueda saber cuáles son mis dudas, si ni yo las sé!
Perdóname Luna, Las migas

yo, personalmente, creo que he enfermado, algo malo habré comido que no consigo quitarme el gusanillo de algo que no se me ha revelado. así que, como un perro, voy a comer de la superficie de lo que se aparece, unas hojas verdes silvestres, a ver si vomito un poco y desinfecto por lo sano mi interior, que luego es la hora de comer y me dicen

que si no he tocado mi plato. estoy en la academia de Platón, que ahora es un fantasma, un imagen trastocada por la noche, por el cubrimiento de algo que ya no está; estoy en la Academia de Platón, al sol, y suena esa canción que ya conocéis, la que nos habla de querer ser una perra. creo en la historicidad de los géneros gramaticales, que no son sino los géneros literarios más peliagudos, incluso más que la carta.

entonces, aquí, bajo el sol y entre fantasmas platónicos, prefiero querer ser un perro. de esos que también duermen catorce horas al día. de esos que ladran justo cuando menos lo esperas, como si ellos siempre esperasen a que llegue alguien que no esperan. un perro que duerme cuando está atento. perro guardián. que conoce su lugar, que da paseos tan solo con tres cosas en su cabeza: ganas de cagar, de mear, y de lo que sea que venga por detrás. y que aún así acaba por volver. perro que huele todo lo nuevo, pero que con que te acerques a unos metros te sabe amiga o enemiga. perro que con la amiga juega como un bebé, muerde de broma y corre a tu alrededor con tanta gana que parece va a despegar. y a la enemiga le muerde, esta vez en serio, le tiene tanto miedo que le ataca, solo para proteger un lugar y esa gente que vaga por allí tan a menudo, y que tanto quiere y que tan bien huele. perro salvaje, perro domesticado: guardián de otras cosas que también les gusta de rascar barrigas y besar.
un perro guardián y juguetón, que agoniza cuando le pisas la cola y te ladra cuando tiene hambre, que daría la vida por ti. y comer a mi hora, que es cuando me toca comer porque el hambre, si se busca, siempre está ahí, y que nadie me moleste mientras como, no me miréis, ya hablaremos en la sobremesa. un perro que sabe que tú eres algo independiente y que ha visto en ti que él también lo es, un perro que puede hacer lo que quiere y que a ti te ayuda a poder dormir en tranquilidad, a tener algo valioso, un perro en definitiva que te ama, es decir, que te espera:

La identidad fatal del enamorado no es otra más que ésta: yo soy [quien] espera.
Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes

perro dormilón y atento, juega mordiendo y nunca hace sangre, no se vaya a despertar el toro. bestia salvaje domesticada, que se tumba tranquila en la puerta, esperando, al sol. para terminar e irme, no a otro lado, si no a descansar, una última cosa, que por su posición, por estar en la cola, es aquella que también hace la función de despedida, de recogimiento hacia el descanso. ese perro que siempre se escapa para poder volver, con cara de no ser el mismo, sin importarle la luna ni el toro, siempre lo encuentras habiendo paseado por otros lugares, y al final, llega al mismo lugar desde donde había salido, y da vueltas antes de tumbarse en su sitio, y vueltas, hasta que se tumba en la última.

Mono nº 328974, viernes 03 junio 2022

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